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Pena de muerte; una respuesta a abolir

18/10/2016 | María Eugenia Iparragirre

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Pena de muerte; una respuesta a abolir

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Hace escasos minutos, el Pleno del Senado ha aprobado una declaración institucional contra la pena de muerte y en la que ha mostrado su apoyo a Pablo Ibar, el recluso vasco condenado a pena capital en Florida, para que reciba con prontitud un nuevo juicio con todas las garantías. La semana pasada nuestro Grupo ya ofreció su aliento en el Senado a la familia del joven, mientras tanto, yo misma acudí el lunes, día Internacional contra la Pena de Muerte, a un debate organizado por el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, en colaboración con la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte y la Casa Árabe, bajo el título “¿es la pena de muerte una respuesta al terrorismo?: Múltiples voces”.

Acudían como ponentes Federico Mayor Zaragoza, Ruth Dreifuss, Michele Duvivier, Hanne Sophie Greve,  Ibrahim Najjar, Navi Pillay, Bill Richardson y Horacio Verbitsky junto con representantes de Amnistía Internacional, Comunidad de San Egidio y Helsinki España.

El debate comenzaba con un claro mensaje: que estábamos ante un reto para el que era necesario liderazgo político y mucho coraje. La violencia genera más violencia, por lo que si usamos su mismo idioma, no vamos en el camino correcto para combatirlo: solo la venceremos con paz y diálogo.

Se señalaba que el problema del terrorismo no era ni la religión, ni era una reacción, ni era reciente. Decía el Papa Francisco que no nos cansamos de repetir que nunca se puede utilizar el nombre de Dios para la guerra. Solo la paz es Santa. La falta de esperanza que sienten muchas personas es una de las claves de la radicalización, y es esto lo que se debe evitar.

Elevar la dignidad humana y ocuparnos de la justicia social deben ser los ejes de actuación contra el terrorismo, prevenir y anticiparnos a su lenguaje. Ante unos terroristas dispuestos a morir matando debido a sus creencias, aplicar la pena de muerte no sirve de nada, ni siquiera a modo de coacción. Por lo tanto, es  contraproducente combatir el terrorismo con la pena de muerte, además de que la lucha contra el terrorismo ha de hacerse con el mayor respeto posible a los derechos humanos.

Uno de los ponentes relató una historia que, aunque parezca una anécdota, es muy aclaratoria sobre el tema que venimos versando. Contó que un terrorista estaba en la puerta de una sinagoga, esperando para disparar. La mirada de unos niños que estaban sentados en el interior le penetró tanto que fue incapaz de hacerlo.

Por muy convencido que se esté sobre la necesidad de asesinar a quien creemos nuestro enemigo, una sola mirada puede hacer que nuestras creencias se derrumben. La elevación de la justicia social y la dignidad humana al centro de toda existencia haría que esto ocurriera más veces, siendo una de las mejores formas de prevención posibles.

Para ello es imprescindible que establezcamos una cultura de vida, paz y diálogo. Los ponentes subrayaban la importancia de la educación como método para crear esa cultura, cosa con la que no puedo estar más de acuerdo. La educación puede cambiar el mundo, la violencia, no. La educación no debe ser solo la transferencia de conocimiento, es un arma mucho más poderosa a la que le debemos sacar partido. Esa transferencia de contenidos debemos hacerla con interrelación e interacción con los derechos humanos.

Aunque el avance en la lucha contra el terrorismo esté siendo tímido, y en algunos casos observemos una cierta tendencia hacia atrás en cuanto a la imposición de la pena de muerte, parece que cada día son más los Estados que comparten la visión de la salvaguarda de los derechos humanos de todos, ya que la mitad de ellos a nivel mundial no contempla la pena de muerte en su legislación. Otros muchos han presentado la moratoria, por lo que podemos decir que caminamos hacia la abolición. Debemos estar atentos para no retroceder en los logros ya conseguidos.

Comparto el sueño de uno de los ponentes, el de que llegue el día en el que volvamos a repetir ese debate, pero en esa ocasión, celebrando la abolición de la pena de muerte.

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