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El concepto acertado

17/04/2018 | María Eugenia Iparragirre

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El concepto acertado

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El fenómeno migratorio es imparable. Sin embargo, mientras se habla y escribe profusamente sobre este tema, miles de personas siguen muriendo mientras trata de alcanzar desesperadamente la tierra en la que ansiaban reiniciar sus vidas sin que se encuentre una solución a este desastre humanitario. Y para ello es imprescindible acertar en el diagnóstico y también en el concepto.

El primer concepto en el que atinar es en el de la propia migración. Pese a que nuestros prejuicios estereotipados asocian migración con marginalidad, la realidad nos demuestra que hay miles de ellas: bien por su distinto origen, forzado por guerras o razones medioambientales, bien por el perfil de las personas, donde podemos encontrar trabajadores humildes y también médicos o abogados.

Desde la clase política, el tercer sector social, las empresas o los sindicatos debemos ser capaces de aportar argumentos concretos y diferentes, que se alejen del ‘buenismo’, pero que creen una conciencia social acerca de lo diferente; no debe prevalecer la solidaridad sino la humanidad y ver aspectos positivos en él. Es más necesario que nunca elaborar discursos que busquen otro punto de vista sobre las migraciones, alejados de la xenofobia, la criminalización y el lenguaje deshumanizador.

Uno de los retos al que nos enfrentamos como sociedades maduras, plurales e integradoras es el de potenciar al máximo los beneficios de la migración, fortalecer el estado de derecho teniendo en cuenta la corresponsabilidad; por parte de los migrantes, de respetar y ajustarse a las vías legales existente, pero también por parte de los gobiernos, que han de facilitar vías de llegada seguras, sobre todo en los casos en los que las personas migrantes se desplazan como reacción a presiones insostenibles en sus países de origen.

Ahí entra en juego el segundo concepto en el que acertar: disponer de datos y estadísticas actualizadas para efectuar un diagnóstico adecuado que posibilite diseñar políticas públicas dirigidas a la protección de los derechos de las personas migrantes y refugiadas. Un problema que no aparece no puede tener una respuesta adecuada: cifras generales, desglosadas por sexos, menores, indocumentados… No todos los países los registran de la misma manera, otros cobran por facilitarlos, algo que es inaceptable.

De esos datos, precisamente, se podrá extraer el nivel del tercer concepto a debate: la vulnerabilidad. La débil situación de las mujeres y de los menores debe ser tenida en cuenta a la hora de analizar las políticas para gestionar la acogida a los migrantes. Es necesario reconocer la contribución de las mujeres migrantes y que se dé plena cuenta de su papel, sus necesidades... También es necesario enfatizar en la protección de los menores para minimizar su incertidumbre, más aún en el caso de quienes no vienen acompañados y a quienes se debería facilitar sus vías de entrada legales y seguras.

La Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó en 2016 la Declaración de Nueva York para Refugiados y Migrantes, poniendo el foco de la agenda mundial de los próximos años en el fenómeno de la inmigración y sus implicaciones. Dicha Declaración se enmarca en una serie de hitos globales que culminará con la adopción de un Pacto Mundial para la migración segura, ordenada y regular. Este pacto supone, más que un reto, una oportunidad para todos los Estados; para quienes han sido tradicionalmente de origen y destino, como para quienes en este contexto de inestabilidad e incertidumbre económica mundial, con una dudosa perspectiva laboral y la desigualdad generada tras la crisis, se aprovecha para lanzar discursos que nada tienen que ver con el espíritu solidario y humanista de nuestra sociedad.

El fenómeno migratorio es imparable; partamos de unos conceptos acertados para afrontarlo adecuadamente.

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